Has sentido esa presión en tu pecho, como un nudo, como una opresión
dentro de ti que te mantienen a mil por hora, latiendo tu corazón rápido, dándote
ganas de querer correr, de salir por la puerta y no volver jamás… Pero te
mantienes en un rincón, pensando, pensando y volviendo a pensar… que por más
que lo intentas, tu mente no puede ocuparse en otra cosa. Y todo se vuelve
pesado. Incluso respirar…
¿Quién dijo que sería fácil? El problema no es eso, sino
¿Hasta cuándo será así de difícil? Creíste que ya había pasado lo peor, pero
solo está comenzando. Crees que ya podías manejarlo, que tenías las cosas
claras, pero todo se volvió borroso, todo se volvió oscuro. Y solo esperas lo
peor. Que venga y ya.
Y tus padres te piden una respuesta, una explicación, una decisión
inmediata. Pero te quedas sin palabras, en blanco. ¿Quién dijo que tomar
decisiones era fácil?
Tu cuerpo se llena de adrenalina, porque sabes que estas en
problemas, porque sabes que ellos te vigilan, porque sabes que algo grande se
aproxima. Ese sabor amargo que te produce el error, se convierte en decepción. Te
miras al espejo, con los ojos hinchado, sin ningún propósito, como si fueras un
accidente. Quieres golpearte, quieres odiarte. No quieres admitirlo, pero
tienes miedo, tienes mucho miedo, del pasado, de tus errores, de tus
consecutivas malas decisiones. Tienes miedo del presente, tienes miedo que te
vuelvan a decir lo mismo, tienes miedo de volver sentirte miserable. Tienes
miedo del futuro, tienes miedo de cometer los mismos errores, tienes miedo de
volver al mismo lugar, tienes miedo de despertar, tienes miedo de tomar una decisión.
¡Basta! Dice una parte de ti. Quieres levantarte, dejar de
llorar, dejar de sentirte mal. Pero hay algo que te mantiene ahí, tu miedo.
Quisieras retroceder el tiempo, pero aun así sabes que volverías hacer lo
mismo. Quieres hablar con alguien, pero sientes que nadie entendería o peor aún,
que te hagan sentir peor. Un parte de ti cree que estas exagerando, otra te
consuela. Un parte de ti cree que no vales nada, la otra seca tus lágrimas. Una
parte de ti cree que no tienes solución, la otra te fortalece. Un parte de ti
quiere dejar de existir… La otra parte cree que sería lo mejor…
¡¿Por qué soy así?! Gritas al cielo. Sintiendo que cada minúsculo
detalle de tu cuerpo es un completo error. No quieres ver a nadie, te sientes
avergonzado. No quieres ver a nadie, no quieres dar pena. No quieres ver a
nadie, porque saben que de verdad das pena.
Odio cuando la gente dice “Pero busca una solución”, como si
pudiera abrir una caja y encontrar la llave a Narnia. Odio cuando dicen que exagero, porque ellos
no saben lo que realmente siento. Odio que digan que soy patética, porque
lastiman más esa herida. Odio que digan que nunca cambio, porque realmente lo
intento. Odio que digan que no quiero crecer… Porque es cierto.
No importa ya lo que digan o hagan. Veo en el reflejo de sus
ojos que ya soy bienvenida aquí. Es como si lo gritaran en el silencio. Es como
si lo susurrar detrás de su palabras. Pretendo esforzarme, pero dudo que eso
haga que cambien de opinión, ya muy sucia esta mi reputación. Pero al menos
para poder estar mejor de lo que estoy ahora. Tomare una decisión, la tomare,
por mí, por mi corazón, por mi vida, por mi cuerpo, porque a pesar de que no lo
merezco, al menos no perderé la fe en mí, no dejar de creer en mí. Aunque eso
signifique enterrar mis sueños. Creo que soñé muy alto y ahora he despertado.
No todos nacimos para cumplir nuestros sueños. No todos nacemos para ser
felices. Solo estar ahí, y ya. ¿Dónde es ahí? No lose, para mi es cualquier
lugar, solo que no lo diferencio, se siente como mi lugar… Porque la verdad,
estoy en la misma M…
¿Quién dijo que la vida era fácil? Siempre lo supe… pero pensé
que podía cambiarlo.