Dios dame paciencia.
En un capitulo de la biblia que ahorita no recuerdo, Jesús le pide a Dios que le quite ese trago amargo que sentía, mas que se hiciera su voluntad no la de el.
Y es esto pasa con nosotros en la vida cotidiana casi el 80% de nuestra vida.
En esos momentos de presión y angustia siempre decimos: ¡Dios mio!
¿Pero lo decimos de verdad?
Y agregamos tontamente al final de la frase: ...¿Porque?
Realmente esperas que Dios te diga el por que?
En corta experiencia, dando un ejemplo, pasa cuando tenemos que hacer cola en los hospitales para sacar solo una cita que normalmente lo pasan para muchos días después, algo realmente fastidioso.
La cola esta llena de gente fastidiada y malhumorada que pareciera que no le agrego un poco de tolerancia a su café de desayuno. Mas aun sabiendo que siempre hay un gran congestionamiento en estos lugares.
Típico que no falte en la cola las tías, porque a este tipo de mujeres me encanta llamarlas "Tías", que reniegan por que tienen que compartir su aire con otra persona. Y quieren que todo se haga rápido y a su manera, dándole a la gente ordenes como si fuera dueña y señora de ese lugar.
Y para mi linda suerte, esa "tía" estaba detrás mio, con su cuerpo esférico rozando mi espalda cada 5 segundos. casi podía sentir el aire, como un toro detrás de mi cabellera. Y cada vez que gritaba que avancen, cada vez mas molesta, me daba ganas de voltear y decirle: ¡Ole!
Pero no, yo para esos momentos prefiero ponerme los audífonos y hacerme la tonta. A veces hacerse la tonta te evita muchos malestares, más porque al no escucharla, ella era la que se enojaba mas, no yo. ¡Ole!
Hasta que ya faltaban cuatro personas para su turno, ya estaba echa fiera, delante mio había un abuelito con su señora en silla de ruedas, que estaba nervioso porque le habían echo mal una boleta, pero como las fieras no escuchan cuando están molestas, volvió a gritar que nos movamos rápido, esta vez ya voltee y le dije muy amablemente: Cierra el pico!
Ok no, le dije que no podíamos avanzar si aun había gente en el mostrador. Gracias Dios que entendió mi mensaje subliminal y se callo.
Al final todo salio bien, yo seguía tranquila y todo se programo para otro día, una espera de una hora para eso. No importa. Lo único que me fui con unas ganas que meterle cabe a la Tia. ¡Ole!